lunes, 26 de marzo de 2012

Creatividad: herramienta para la innovación y el emprendimiento

Las palabras innovación y creatividad están muy presentes en las sociedades actuales, especialmente en ámbitos empresariales, consideradas como instrumentos para avanzar en la competitividad y la mejora de la economía. Pero, ¿qué entendemos por creatividad al referirnos a la innovación?, ¿qué vinculación existe entre emprendimiento (entrepreneurship) y creatividad?
Por lo general la creatividad es vista como una habilidad propia del ser humano, una característica o cualidad inherente a lo que llamamos 'naturaleza humana' que ha existido desde siempre para dar respuesta a los problemas que emergen de la complejidad en la que se encuentra inmerso. Se trata de un fenómeno multidimensional que encontramos en múltiples campos y contextos tales como las artes, el diseño, la ciencia, la investigación y la empresa. Las personas a través de la creatividad son capaces de ‘salirse del molde de lo establecido’, concebir imágenes de la nada, extraer nuevas formas de la realidad y establecer nuevas relaciones. Esta vinculación al conocimiento, a la posibilidad y capacidad para crear y re-crear conocimiento en sentido amplio justifica que la creatividad sea estudiada desde diversas disciplinas como la psicología, las ciencias cognitivas, la educación, la filosofía, la tecnología, la sociología, la lingüística, la economía, la teología, etc.

En la actualidad existe un creciente discurso en torno a la importancia de desarrollar la creatividad vinculada a los procesos de innovación y emprendimiento en la sociedad para alcanzar un desarrollo socio-económico sostenible y dar respuesta a los enormes desafíos globales que enfrentamos como humanidad. Simultáneamente, se critica la escasa atención que han prestado y prestan los sistemas educativos al desarrollo de las habilidades creativas y se analizan los mecanismos para revertir esta situación. Creatividad, innovación y emprendimiento son consideradas competencias críticas para la adaptación a los cambios socio-económicos del siglo XXI, tanto a nivel individual como organizacional.

En la Declaración del Año Europeo de la Creatividad y la Innovación (CE, 2008) se señala el papel de la creatividad y la innovación para el desarrollo personal, social y económico, y la necesidad de estimular la educación y la investigación en esta área así como diseminar buenas prácticas y promover la implementación de políticas adecuadas. La Comunidad Europea, al igual que una gran mayoría de países en el mundo, se enfrenta a enormes retos demográficos y socioeconómicos, que incluyen la disparidad regional, el envejecimiento de la población y desequilibrios demográficos, altos índices de población adulta no cualificada o juventud desempleada. Frente a tales problemáticas, la capacidad para innovar y un uso creativo de las nuevas tecnologías son oportunidades de creación de nuevos y mejores puestos de trabajo, ofreciendo -por ejemplo- un desarrollo sostenible de los servicios públicos, de seguridad social y de los sistemas sanitarios. Por otra parte, asistimos al auge de las llamadas industrias creativas y culturales con un reconocimiento explícito de la creatividad en múltiples actividades, muchas de ellas con mediación de las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) tales como gastronomía, jardinería, arquitectura, turismo, etc. El sector ‘creativo’ se define como una mezcla de empresas creativas con y sin fines de lucro en la que se suman desarrollo tecnológico, arte y entretenimiento, diseño, filmografía y arquitectura. Se estima que las industrias creativas representan más del 7% del producto doméstico mundial siendo un sector económico líder en la Unión Europea con un crecimiento anual superior al 20%.

Schumpeter: la creatividad y los emprendedores

La estrecha relación entre creatividad y economía se hizo presente a inicios del siglo XX cuando Joseph Schumpeter la abordó como ‘un hecho esencial del Capitalismo’ en su teoría sobre ‘el Proceso de Destrucción Creadora’ (o también de ‘creación destructiva’). El Proceso de Destrucción Creadora describe los caminos mediante los cuales los viejos modos de hacer las cosas son destruidos y reemplazados por nuevos caminos, siendo el protagonista central el emprendedor innovador. Se trata de un individuo fuera de lo común por su vitalidad y por su energía sin límites, que se arriesga y no se deja vencer por fracasos temporarios. El emprendedor innovador no es necesariamente un inventor, que puede ser un genio, un técnico o científico amateur o de profesión. Para Schumpeter el emprendedor crea mercados para los inventos de los genios; se destaca por su perseverancia y por su ambición, por su empuje en creación de empresas y proyectos emprendedores (aunque puede darse el caso de un inventor que sea al mismo tiempo emprendedor). Podemos encontrarnos en nuestras sociedades con emprendedores 'a secas', o sea emprendedores no innovadores y emprendedores-innovadores, emprendedores no creativos y emprendedores con una alta capaciad creativa.

La Comisión Europea no tiene tanto problema en ahondar estas diferencias desde la visión schumpeteriana; define el entrepreneurship (emprendimiento) como ‘la mentalidad, la actitud y el proceso de creación y desarrollo de la actividad económica combinando la asunción de riesgos, la creatividad y/o innovación con una gestión sólida, en una nueva organización o una organización ya existente’ (CE, 2003, p. 6). La innovación involucra creatividad, puesto que todo proceso de innovación se inicia en la generación de ideas, aunque no siempre el haber producido o disponer de ideas creativas implica la existencia de una innovación. Puede afirmarse que la creatividad de los individuos y los equipos en una empresa u organización es un punto de partida para la innovación. Esta definición abarca la idea de que es algo intangible y sugiere que la innovación es más que la creatividad simple. La innovación es la puesta en valor de las ideas creativas a través de un nuevo producto, un nuevo proceso, un nuevo servicio, un nuevo modelo de negocio, una nueva iniciativa, o un nuevo programa. La innovación se entiende generalmente como la exitosa introducción de algo nuevo, la realización, la combinación, o la síntesis de conocimientos en un modo original, relevante, con un valor en nuevos productos, procesos o servicios. Por su parte Florida (2005) considera que la creatividad ‘es multidimensional y comprende tres diferentes tipos: la creatividad tecnológica (invención), la creatividad económica (emprendimiento) y la creatividad artística/cultural’. En su opinión estas tres dimensiones de la creatividad están relacionadas y se refuerzan unas a otras.

La creatividad alimenta a las actividades de innovación y también a las de investigación e invención, pero no son sinónimos. La invención es la creación de nuevas formas, las composiciones de la materia (dispositivos) o procesos, que puede o no llegar a constituir una innovación, si se tiene presente la definición normativa de la tercera edición del Manual de Oslo que comprende cuatro tipos de innovación: la innovación de producto, la innovación de proceso, la innovación en marketing y la innovación organizativa, incluyendo la innovación en servicios. La creatividad está presente en la base generativa de estos tipos de innovación y otros no contemplados en el Manual de Oslo, como las innovaciones sociales. La innovación involucra creatividad, pero no es idéntica a la misma: la innovación implica actuar sobre las ideas creativas para hacer alguna diferencia específica y tangible en el ámbito en el que la innovación se produce.

En cuanto a la relación entre creatividad y emprendimiento, la cuestión es menos obvia y no puede afirmarse que la actividad emprendedora entrañe siempre capacidades creativas, se pueden generar nuevas firmas o desarrollar nuevos proyectos emprendedores a partir de la apropiación y la copia de ideas. Pero quizás lo mejor sea profundizar primero en el significado de la propia palabra creatividad.

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